Por Sebastián Elesgaray.
Me dijo que no lo toque, pero yo le puse
un pañuelito descartable sobre la herida.
Es que cuando lo conocí estaba sangrando.
Su mano transformada en un puño, la
sangre chorreando por los nudillos y los dedos hasta la muñeca. Le recorría el
brazo como si lo acariciara, y caía en gotas lentas que armaban un charco
pequeño de un color indescifrable. Las luces destellantes no dejaban notar el
rojo.
Una zapatilla blanca pisó el charco, y a
partir de ahí las cosas se revolvieron un poquito.
¿Un poquito?
Lugar y momento suelen conjugarse en ecuaciones de resultado impredecible. Me intriga saber cuanto se revolvieron las cosas :)
ResponderEliminarGenio!!!!!!!! No digo me gustó porque me recontragustóoooooooo.... Felicitaciones compañero!!!!
ResponderEliminarbuenísima intro sebastián!!!
ResponderEliminarMuy bueno, la sangre no para...se coagula. Saludos.
ResponderEliminarUhhh, qué introducción, Sebastián: fabulosa, con un marco imaginable (por lo menos, para mí....) de acción y violencia detrásde tus letras.
ResponderEliminarAnsioso por saber más de lo que pasó allí (¿un bar, un prostíbulo...?), y de los protagonistas. Se viene una historia que se las trae, me parece.
¡Un abrazo!