Por Mauricio Vargas Herrera.
Anhelante en la celda aún espera
el arribo prometido y triunfal
de su amo, sediento conde inmortal,
que la vida eterna le prometiera.
Como si absorber la vida pudiera,
devora insectos de forma anormal,
y hace al doctor su petición final:
"¡Un pequeño gatito yo quisiera!"
A viva voz advierte la llegada
del ser que a Londres ha de estremecer,
y con breve conciencia inesperada
el plan del conde intentará entorpecer,
pero bajo la influencia malvada,
solo está condenado a perecer.
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