Por Bibi Pacilio.
¿A qué he llegado? A un completo fracaso. Los
enemigos y la mala suerte me
han perseguido sin cesar…; cuanto más avanzo más
me hundo; muchas
personas encuentran protección porque se
manifiestan débiles y saben cómo
pedir ayuda. A mí nadie me ha protegido porque
me consideraban fuerte y
porque he sido demasiado orgulloso. (P. Gauguin)
“Despertarme en medio de la noche ya no era extraño para mí. La almohada
vencida cayendo desolada sobre el piso, los pies marcando silenciosos la madera
blanca, el café oscuro flotando en la taza verde, la noche sin alma desganada,
a la misma hora de siempre, arrinconada en el mismo lugar.
Busqué entre los fantasmas conocidos el personaje
justo, el vendedor de sueños que en la mañana había intentado ofrecerme su
mejor traje, el picaflor detenido en su aleteo sin alma, quizás el sol que
hacía tanto tiempo que se mantenía oculto de la lluvia… El hombre desnudo que
escribía las paredes, el poeta maldito acuchillando letras, el loco, el cuerdo,
el romántico, el perverso, el hacedor, el cobarde… Pasaron todos sin detenerse
en un noctámbulo desfile de figuras desteñidas, hasta que ella se metió
sigilosa en mi cuerpo y lo arrastró sin piedad hacia su orilla, liberándose
así, en la mordaza de mis letras”
—Culpa de la piel mestiza —le había dicho él antes de pintarla
por última vez, antes de que el vientre pequeñito se le hinchara y la repulsión
ocupara el lugar de aquel último deseo.
La llevó a la cama después y como si quisiera expulsar esa semilla que
acababa de anidar entre sus lienzos, apretó con furia sus entrañas hasta
sentirlas arder.
Como aquel rayo que al llegar en medio del delirio siguió quemando sus
pezones oscuros, como los labios rojos capaces de encender el beso, como los
ojos ardiendo sin hoguera, como la noche y el día en una lucha primitiva… La
vistió, lavó con agua fresca las llagas del olvido y a la hora señalada la
entregó al designio.
¡Tantas llamas prendidas para ella! ¡Tanto infierno de vuelta del
infierno!
Y una sola lágrima para él… La única antes de tocarse el vientre con las
manos, atravesar la arena, dejar morir la piel entre las llamas. De nuevo, otra
vez, entre sus lienzos .
“Ya es la hora. Perdón mi amor… Hay ritos que son
necesarios.”
Sofía era mayor de edad. Se supone que escribía bajo los efectos del
alcohol, se supone que estaba embarazada, se supone que no había nadie en su
casa cuando se quemó viva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario