Por Claudia Medina Castro.
Calor.
Tanto calor
implica cerebros derretidos. Cicatrices exultantes, articulaciones expuestas.
Sumale la creciente humedad ambiental. Días largos y bochornosamente incómodos.
Venas a la vista y piel de gelatina. Tremendo fastidio. Hace poco he decidido
ver todo como señales. Algunas para seguir, otras para ignorar. Fácil. No hay
mucho que hacer. Solo observarse ser. Sin previo aviso y con perfecto timing
apareció en mi vida La Torre. El Altillo. El Faro. Cuatro ventanas. Cuatro
balcones. Cada uno cara a cada punto cardinal. Un lugar en el mundo. Unos días
de vacaciones elegidos sin pensar. Una propuesta inesperada. Señales a seguir.
Por las mañanas me asoleaba en el balcón Este,
mirando el río y la costa lejana. Mediodía de siesta, luego de comer algo y
beber mucho. Señal de hidratación. Mi amigo tenía el departamento bien
equipado. Dos pisos justo por debajo del antiguo faro y arriba de otros
dieciocho. Pisos, claro. Más tarde en la tarde temprana la reposera del balcón Oeste me llevaba a los altos de la
ciudad. Me veía sobrevolando la gente que circulaba. Mucha. Siempre mucha
gente. Como termitas buscando problemas a las soluciones. Arenas movedizas
brutales. Y el calor. El calor físico, el del carácter, el de las debilidades expuestas
y el las perversiones contenidas. El calor es la excusa perfecta para la
masacre. Las nubes que ese día iban bajando me trasladaron mecánicamente al
balcón Norte. La estrella se dejaba
ver. Era buena su compañía. Aunque asomarse se estaba tornando raro en esas
horas. Desde allí también se veían nubes bajas como alfombras de algodón. Masas
acolchadas en tonos rojizos, separadas por algo entre acuoso y denso.
Lagrimeaba. Las gotas se deslizaban por mi cuerpo hasta rebotar en el borde y
hacerse trizas al vacío. Sumale a eso una emoción inesperada y aguda. Y que
estaba bien oscuro ya. A no ser por la estrella. Mi cable a tierra en el cielo.
Qué risa. Las nubes naranjas empezaron a subir y ya casi no la podía ver. A la
estrella, claro. Entré al departamento pensando en comer algo y una náusea no
me dejó. Pasé por el baño sin éxito. Era exquisito el gusto de mi amigo para
decorar. Salí al balcón Sur, no sin
antes asomarme por la ventanita que miraba al sudeste. Estaba totalmente empañada de ambos lados. Pero mi cara
rebotó en una gota, brillante y desencajada. Mi cara, claro. Y me asusté. No me
reconocí. Por un momento pensé que era una señal de algo que mi subconsciente
quería expresar. Pero inmediatamente adjudiqué tal cambio a la nube anaranjada,
obviamente sin saber que estaba compuesta de entidades de Otra Latitud. Agarré
instintivamente mi cartera, y sacando el portacosméticos volví al baño con otro
propósito. Mi amigo, el gran decorador. Espejos en todas las paredes, aún en
los ángulos imposibles. Del naranja al rojo oscuro todas las tonalidades
posibles enmarcaban mi figura. Claro que eso lo noté luego de ver nublosamente
las llagas que me cubrían. Lo que un rato atrás creía lágrimas era un humor
espeso que salía de mis poros. Sudor de las entrañas, supe después. Hay cosas
que no se nos ocurren normalmente. Respirar fuego no es algo fácil de
describir. Renombramos sentimientos con el fin de disfrazarlos o extinguirlos.
Hasta que las venas nos cuentan otra historia. Paralelamente, imágenes
impensadas invaden nuestra mente. Todas las funciones naturales del cuerpo
sufren un colapso imparable. Literalmente se derriten nuestros sentidos,
mezclándose entre sí. Las ansias de recomponerme solo lograron concientizarme
del sofoco letal. La peor parte fue cuando noté que lo que creía alucinaciones
eran realidades. El susto transmutó en miedo. El miedo en muerte. Y la muerte
en una hoguera infinita. A todo esto, las verdaderas señales eran las que
emitía el Faro sobre mi cabeza, avisando, a los que venían del Otro Lado a
través del gran río, que llegó la hora de hacerse Ver. Mis pseudovacaciones
terminaron abruptamente, ya que lo último que vi desde esas alturas resultó ser
una nada en comparación con lo que realmente pasó. Sé que ya no formo parte de
esa forma de vida, la humana. Pero agradezco el poder contar los hechos de ese
enero en forma telepática gracias a que algunos de los Otros me permitieron
usarlos como router. Fue mi última voluntad. Aunque definitivamente a ellos no
les importa la trascendencia histórica. Usan el Tiempo solo para perfeccionar
su performance. Y está a la vista que no necesitan de ninguna señal para
devorarnos. Ni siquiera ya somos su alimento predilecto. Ellos enviaron el
Calor para eliminarnos de la faz de la Tierra. Solo a los humanos. Demasiado
deteriorados para su gusto. Tienen planeado cultivar una especie mejorada, en
cualquier momento. Seguramente cuando se apague el último fuego. Diana G. Febrero 2, 2014.
Éste magistral relato apocalíptico nos coloca ante una hecatombe todavía fresca, aunque sería más apropiado decir calientita.
ResponderEliminarEsperemos no suceda en un par de siglos,o nunca.
Pero leerlo da frío. sobre todo que en lugar de liberarse con la muerte se recluye en una especie de limbo y no avanza a nuevas situaciones cósmicas.
De existir un más allá lo idealizo con menos burocracia, con una dinámica más ágil ya desprovistos de la envoltura densa del cuerpo.
Espero que mejoren las condiciones de la humanidad en lo que compartimos el conteo regresivo hacia la muerte.
Cuiden su salud, alimenten a las aves,adopten un perro.
feliz con tu comentario, carlos. no solo por que te gustó como lo escribí sino porque tomaste bien en serio su contenido, el que considero una posibilidad entre varias de un futuro no muy lejano pero sí muy complejo si la mayoría de la humanidad sigue así...
ResponderEliminary como el asunto era con los humanos, no con aves perros gatos etc., estoy de acuerdo con tu recomendación final :) .
gracias. GRACIAS.
Majestuoso, Claudia. Para ponerse de pie y aplaudir.
ResponderEliminarTenés una capacidad fabulosa para transmitir imágenes y sensaciones a tus lectores, te felicito.
Un relato oscuro, sombrío, apocalíptico y, por qué no, también dramático.
Excelente, che, un placer leerte.
¡Saludos!
sii??? gracias, GRACIAS JUAN!!! placentero y alentador tu comentario.
ResponderEliminarme alegro mucho que lo hayas disfrutado. yo disfruté (y también sufrí) al escribirlo!
salut!