miércoles, 2 de octubre de 2013

Escape inesperado



Por Mauricio Vargas Herrera.


—Hey, deja mi camisón.
El animal maulló aferrado a la tela amarilla.
—¡Te dije que lo soltaras! —dijo el niño calvo tirando de su camisón. El gato de enormes cachetes se fue para atrás y dio una voltereta de gracia.
—¿Por qué te tomas tantas molestias con ese maldito camisón?
—Qué te importa, gato del demonio.
—¿No te da vergüenza andar así por las estanterías?
—Por qué, ¿por mi camisón? No seas imbécil. Jamás me avergoncé cuando salía en los diarios, mucho menos lo voy a hacer ahora.
—Ah, cierto que eres un pobre anciano con cara de infante, y además pelón. Siempre he creído que eres un maldito pervertido también. Apuesto que no hay nada bajo ese camisón tan sucio y chillón que te gusta llevar. ¿A quién se le ocurre usar un color tan asqueroso? Payaso.
—Mi camisón no está sucio, es el rastro de la tinta sobre la tela a través de todas estas décadas. Y el amarillo… supongo que tiene que ver con mi fino sentido del humor. Pregúntaselo a mi creador.
—Tengo más humor yo en una de mis uñas que tú en todo tu asqueroso camisón, y sé de lo que hablo.
—Tú no sabes nada, solo eres una alimaña ignorante que únicamente sirves para afilarte tus humorísticas garras mientras piensas cómo robar los chistes de otros.
—¡Eso es una vil calumnia! ¿Quién te crees, hijo de puta?
—Yo no me creo nada, soy El niño amarillo, te conozco, solo eres una copia barata que le robas los chistes a Mafalda. ¿Ves a ese tipo disfrazado de murciélago allá discutiendo con el oriental que tiene la aureola sobre su cabeza de helecho? ¿Ves a ese niño calvito con cara de perdedor paseando a su perro blanco? ¿Ves a ese vaquero  allá tirado hablando con el enano bigotón del casco alado? Míralos a todos ellos y mírate a ti. Yo fui antes de ustedes y creé buena parte de los cimientos del universo donde viven. Tengo la autoridad de hablar, pero no lo hago porque no soy tan impertinente y engreído como tú. Cuando dejes de plagiar e inventes tus propios chistes puedes intentar agarrar mi camisón de nuevo, pero te aseguro que vas a sentir mi pie en tus enormes y horribles bigotes antes de tocarlo.


—Ayer pude ver la televisión cuando me asomé por un resquicio del cómic en donde estaba. Fue por la mañana.
—¡La televisión matutina es horrible!
—Unas personas jugaban a una tontería. Eran dos equipos y, por turnos, iba pasando cada integrante para copiar en treinta segundos la mayor cantidad de nombres de algo. Cuando me asomé a un tipo le tocó escribir nombres de superhéroes. Puso tu nombre y todavía no sé por qué.
—Por qué no sabes por qué.
—Pues tú no eres un superhéroe.
—¿Cómo?
—Qué tú no eres un superhéroe, y al tipo le sumaron un punto por haber escrito tu nombre.
—Yo sí soy un superhéroe.
—Obviamente no.
—En qué fundamentas.
—Los superhéroes tenemos esto. Todos somos así, como yo, mírame.
—Eso me parece una tontería.
—No lo es. No tienes la indumentaria, no tienes identidad secreta, no eres norteamericano. Además, ¿qué tontería es esa que flota sobre tu cabeza?
—Es una aureola.
—¿Estás muerto?
—Sí.
—Vaya disparate.
—Por qué.
—¿Es que acaso no lo ves? Ah no, verdad que ustedes tienen sus ojos todos pellizcados. Puede resultarte difícil ver algunas cosas, me imagino. ¿Qué les pasa a las personas allá afuera? Todo se está yendo al carajo. Ya no son capaces de distinguir a los superhéroes de verdad. Ahora solo ven esas tonterías que traen de oriente, un montón de dibujos paliduchos con los pelos parados y las narices respingadas que se demoran tres capítulos para dar un golpe. Tú eres uno de esos personajillos, ¿no? He visto tu programa, es una cosa infantil e ingenua. Reviven a la gente como sacando monedas del bolsillo con esas esferas brillantes, todo tan fácil y tan falto de conflicto. No entiendo cómo esas historias tan simplonas han logrado calar tanto en el público de hoy. Se ha perdido el carácter, el respeto y la jerarquía. Creo que soy de los pocos que han logrado conservar el espíritu del superhéroe primordial.
—Parece que esa máscara te está oprimiendo el cerebro. Yo tengo una indumentaria, lo tuyo es un disfraz de avechucho para la noche de Halloween. ¿Te burlas de mi aureola? Son más ridículas las orejitas puntudas que tienes en tu casco. No soy gringo, gracias a Shen Long, sobre todo porque ahora nosotros dominamos el mundo que alguna vez estuvo en sus manos. Tú eres un playboy de segunda, yo soy un Dios, ¿o es que no has visto lo de mi última película? Mis filmes son superiores.
—¿Hablas de esa horrible película en donde pretenden representarte en carne y hueso? Eso es una basura.
—Al menos no tengo que avergonzarme de haber salido junto a Terminator de hielo y a Uma Turman de la selva mostrando mis pezones. Eso sí que fue embarazoso. Hasta Piccolo rió como loco cuando la vio. Tú combates contra malhechores de poca monta, yo he derrotado a los seres más poderosos del universo. Tu existencia ha estado en mis manos y sin embargo te atreves a cuestionarme. Hay que ver hasta dónde llega el ego. Yo morí por ustedes y reviví para salvar a la tierra. Hasta Jesucristo me lo agradeció y jamás me he ufanado de ello. Mejor vete a tu cueva a revolcarte en guano y déjame en paz.


—Apaga esa dinamita.
—No quiero.
—En serio, Negro, ¡apágala!
—No quiero… ¡Oye! No le eches babas a la mecha.
—No estoy para tonterías de espías otra vez.
—Qué pasa. ¿Te aprieta el sombrero? ¿Te aturde tu extrema blancura?
—No empieces con eso de nuevo que tú eres un espía igual de blanco a mí, solo que con gabardina negra.
—Sí, sí, está bien. Pero estoy aburrido, quiero jugar a matarnos de nuevo. ¿Qué es lo que tienes?
—¿Has visto televisión últimamente?
—No.
—Ayer descubrí un programa en el que salimos nosotros.
—¿Que salimos en un programa?
—Sí, aparecemos en un programa tal cual, así, matándonos entre nosotros una y otra vez, tú de negro y yo de blanco.
—Cómo se llama.
—Como la revista, MAD.
—Y en qué canal.
—No recuerdo el nombre, solo el logotipo, un cuadro negro y otro blanco, como nosotros dos.
—Ni idea.
—En fin, estoy muy molesto.
—Por qué.
—Se supone que «Espía contra espía» solo sale impreso y ahora están usando nuestra imagen en televisión sin que nos diéramos por enterados. Además, ¿quiénes son esos que salen actuando allí?
—No sé, ¿vas a poner una queja formal?.
—Quiero salir de esta revistería. Ir a ver qué es lo que está pasando allá afuera.
—Eso es una estupidez. No podemos salir de aquí.
—Ya veré cómo.
—¿Tienes algo en mente, Blanco?
—Sé que hay un tipo con un avión o algo así. No sé cómo se llama pero conozco la estantería donde está ubicado.
—¿Y el gigantón?
—Creo que podemos ocuparnos de él. Déjame pensar en algo.
—Okey. Acá está la dinamita, por si la necesitas.

—Nada de dinamita, me duele la cabeza.


—Apúrate, Snoopy, tengo afán.
—…
—¿Estás estreñido? Pasas mucho tiempo tumbado en el techo. El sedentarismo es muy malo.
—…
—Apúrate que quiero ir a jugar football, a ver si logro patear ese balón.
—…
—Caga rápido, por favor. ¿Cuándo te volviste tan demorado para eso?
—…
—Creo que voy a tener que llamar a César Millán. Lo vi ayer en la sección de novedades. ¿Te gustaría?
—…
—¿O es estar encerrado en esta revistería lo que te tiene así?
—…


—¡Qué te pasó, Lucky!
—Me caí de mi historieta.
—Y dónde está.
—Allá arriba, en la otra estantería.
—¡Santo Dios!
—¿Me puedes prestar tu casco con alas para subir de nuevo?
—Y dónde está tu caballo.
—Lo mató el tren.
—¡Que lo mató el tren?
—Por eso me caí. Veníamos siguiendo a unos bandidos, yo cabalgando, luego me trepé en el techo de un vagón, pero mi caballo tropezó y se fue bajo las ruedas, el tren trastabilló haciéndome caer y vine a parar aquí.
—¡Pobre! Te lo prestaría, Lucky, pero creo que mi casco es muy grande. Le voy a preguntar a Obélix, tal vez te pueda ayudar.
—No, no creo que lo haga.
—Por qué.
—La semana pasada le dije que era una albóndiga con patas.
—Cómo vas a hacer eso. Tiene baja autoestima por su peso.
—Lo siento.
—No importa. Voy a intentar convencerlo.
—Por favor.
—Espérame aquí.
—Lo haré.


—Oye, Obélix.
—Dime, Ax.
—Necesito de tu súper fuerza.
—Para qué.
—Lucky lo necesita para regresar hasta su estantería y tú lo puedes lanzar hasta allá.
—¿Ese Clint Eastwood de poca monta? Olvídalo.
—Por favor, el pobre se cayó de su historieta.
—Eso a mí no me importa.
—Te manda a decir que se disculpa por lo que te dijo.
—Eso no es suficiente. Puede que tú lo hayas perdonado, pero yo no.
—Yo no lo he perdonado de nada.
—Ah, entonces no te contó lo que piensa sobre ti.
—Qué dijo sobre mí.
—Que eras un enano, una muestra de perfume con bigote, y que le habías robado las alas de tu casco al Capitán América.
—¿Eso fue lo que dijo?
—Tal cual.
—Infeliz.
—Es un hijo de puta.


El sujeto gordo se levantó de su puesto, linterna en mano, por la tremolina que se había formado allá atrás. De nuevo estaban discutiendo. Qué fastidio. Siempre lo hacían cuando trataba de ver las películas porno de The Film Zone que pasaban por la noche.
Caminó a oscuras por el pasillo hasta el fondo de la revistería y la discusión se hizo más audible. Enfocó con la linterna a los diminutos personajes. Se callaron al instante, enceguecidos por la luz sobre sus rostros.
—Qué mierda te pasa, perdedor —preguntó alguien.
—¿Se pueden callar? ¡Ya estoy cansado de ustedes!
—Mejor vete a ver tu porno barato y déjanos en paz. Quita esa luz de mi cara —exclamó otro.
—Si no dejan de joderme —advirtió el sujeto gordo— voy a tener que mandarlos a volar a todos.
—Inténtalo, imbécil, ya estamos cansados de estar aquí encerrados de todos modos.
El sujeto gordo lanzó un manotazo a la estantería más cercana y tiró al suelo a Calvin y Hobbes que jugaban con su carretilla roja, a Modesty Blaise que practicaba su puntería contra una revista que tenía en la portada a Paulo Coelho, a Condorito, Huevo Duro y Pepe Cortisona que discutían sobre una noticia publicada en el Hocicón. Los demás se enardecieron, protestaron y se abalanzaron contra él. Los sintió en las orejas, sobre sus ojos, en sus fosas nasales, en su cuello, bajo su camisa y colándose en su entrepierna. Se tambaleó, soltó la linterna y se fue de espaldas al piso.
Las luces se encendieron. Sobre el interruptor estaba Spiderman, que se descolgó lentamente y fue corriendo hacia él, al igual que todos los demás personajes.
—¡Átenlo! —gritó Tarzán.
Los demás obedecieron de inmediato. Batman sacó de su cinturón un montón de lazos y con ellos comenzaron a  apresar al sujeto gordo contra el suelo mientras todos iban clavando los extremos sobre la madera con chinchetas que Bullseye lanzaba con asombrosa puntería desde el tablero de sugerencias.
El sujeto intentó moverse inútilmente. Un zumbido se extendió por el aire. Un moderno aeroplano blanco venía planeando con Espía y Espía montados sobre las alas. Todos vieron cómo viraba hacia la derecha buscando la entrada principal y desaparecía por el ventilador empotrado en la parte superior la pared.
—Larguémonos de aquí —exclamó de nuevo Tarzán poniendo sus manos alrededor de la boca y, tras su característico grito de victoria, emprendió la huida.
Los demás, a gritos enardecidos, salieron detrás del rey de la selva en una tromba anhelante de libertad. De las historietas comenzaron a salir los demás que no habían participado en la captura del sujeto gordo: Hugo, Paco y Luis seguidos de Donald, McPato y Daisy, Ziggy tambaleándose por su estrecha redondez, El Fantasma cabalgando en su caballo con Lucky Luke en las ancas mientras Lobo los seguía de cerca, Benitín y Eneas volando en su viejo Ford, Hulk dando enormes saltos, Astroboy volando a toda velocidad.
El sujeto gordo solo pudo ver cómo doblaban la esquina de la sección de historietas y desaparecían de su vista. Minutos después el silencio se cernió sobre la tienda y solo quedó el murmullo de los «Oh, sí, dale, ahhh, métemelo, uuhhh» que provenían de su pequeño televisor allá en la recepción de la tienda. ¿Por qué no podía ver nunca su porno en paz?

3 comentarios:

  1. Mauro, lo he disfrutado de principio a fin. Una genialidad de superhéroes :)-

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  2. Fantástico, Mauricio.
    Qué bueno ver cobrar vida a los personajes de historieta, conocer sus motivaciones, sus negatividades, sus pros, sus contras... En fin, verlos sentir cómo nosotros.
    Ese final nos deja con ganas de saber más (ideal final abierto): ¿es la primera vez que se escapan? ¿o lo venían haciendo seguido? ¿qué pasó afuera? ¿sobrevivieron? ¿hicieron de las suyas? ¿vovlieron?
    Genial, Mauricio, me encantó.
    ¡Saludos!

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  3. jajaa. muy bueno mauricio.
    cualquier parecido con la esquizofrénica realidad tómenlo como... exactamente eso.
    salud!!

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