miércoles, 21 de noviembre de 2012

El juego del ocho



Por William E. Fleming.


Al final solo quedamos ocho: Juan, Bibi, Claudia, Mauro, Sebastian, José Luis, Laura y yo. Todos alrededor de una mesa con un tapete verde en lo alto de un edificio. La ciudad sitiada y desierta bajo nuestros pies.
Juan zarandeó en su mano el cubilete, el sonido de los dados jugaba con el eco sordo. Lanzó su interior sobre el pasto, y las cinco figuras bailaron en un vals loco hasta pararse en una de sus caras: todas extrañamente tenían un ojo. Juan nos miró a todos y en su ojo derecho, el único que le quedaba, pudimos ver la resignación.
Con el turno de Bibiana, que le costaba poder mover los cubiletes con el único brazo y apenas tres dedos de su mano izquierda, Juan se despidió y saludó a los presentes en un arqueamiento de cabeza. Los dados bailaron y las figuras que salieron fueron una pierna y lo que parecía el dibujo de un hígado. Al fondo Juan se perdió por la inmensidad oscura de la puerta.
Bibi carraspeó y soltó un pequeño alarido de angustia. Intentó marcharse pero se cayó de la silla y todos pudimos verla cómo se movía en el suelo como un pez coleando fuera del agua, con una sola pierna. Mientras Mauro la recogía del suelo el turno de Claudia se formuló rápidamente, con pericia, sin pestañear, lanzó los dados sobre la mesa. Su resultado hizo que el silencio se apoderara de todos. Su boca inexistente no pronunció palabras, y su ojo de cristal no lloró cuando los dados enseñaron un rojo corazón.
Mauro, recogió muy despacio el cubilete y los dados y los lanzó sin prisa. Esperando que el tiempo se detuviera. Pero el no tener pulmones y respirar con una pesada bombona a cuestas, hacía que su mundo fuera como la visión de una tortuga. El resultado, nadie lo pudo ver de entre los presentes, recogió los dados y los metió en el cubo para dárselos a la siguiente persona a su derecha: Sebastián.
Este llevaba un extraño sombrero que dejaba ver debajo una venda que una vez fue blanca y ahora estaba empapada en sangre. Sus ojos inexpresivos miraban a la nada. Un líquido espeso y caliente salió de su boca como un saltador desde lo alto de un puente. Todos recordaban los dibujos de su lanzamiento anterior. José Luis, o lo que parecía el disfraz demasiado real de una momia, le ayudó a mover el cubilete para hacer su lanzamiento. Sería el destino o el gusto por la ironía de nuestros captores pero sus dados señalaron la nada, ocho perfectos lados blancos. Salvado, aunque no sé si él podría alegrarse.
Desde las tiras blancas el rostro de José Luis suspiró, parecía salir de sus inexistentes labios una letanía o algún tipo de frase o intento de balbuceo. Apretó los dados sobre su mano y los lanzó dentro del cubilete. Durante varios minutos los movió hasta que terminó de balbucir y los tiró sobre el triángulo central del tapete verde: dos ojos, una mano, dos bocas y tres orejas. Perdería estas dos.
Todos nos petrificamos cuando oímos los gritos de dolor que asomaron por la puerta. Eran demasiado temerosos, dolorosos e imaginativos para poder ver qué le estaban haciendo de nuevo a Juan.
El turno le llegó a Laura, yo me colocaba a su lado izquierdo y como el último y primero que inició el juego me sentí obligado a hacerlo. Del interior de mi ropa saqué un revolver y apunté con él a la morena.
—Hazlo —dije con inexpresión en la cara— lánzalos de una maldita vez.
Sin miedo, recogió el resultado de JL y zarandeó su interior sin mirar siquiera la mesa. Su expresión era de derrota, todos sabíamos que éramos como las cobayas de un laberinto. Los lanzó sobre el tapete y sin mirar, se fue directa a la puerta que se abrió para zambullirse en la oscuridad. Aunque esta vez no era tal. Unos ojos rojos levitaban en ese infierno de gritos; desde las sombras dos criaturas deformas de piel verdosa y pelo encanecido se taparon la cara con las manos al salir del interior de la escalera hacia la azotea.
—Malditos Morlocks —sentencié en un aullido mientras disparaba, solo dejando una bala al final para mí.

5 comentarios:

  1. Juanito, tremendas imágenes y como siempre muy bien hilvanado. Congratulations!

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    1. Todas las loas y aplausos, José, para Mr. Fleming, autor de "El juego del ocho". Yo solo anduve por acá dando una mano con la subida al blog. Todo es mérito de William :)
      ¡Saludos!

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  2. Macabro, truculento, despiadado.
    Me recuerda a la película "El juego del miedo" ("Saw"; de la saga solo vi el primer filme), pero en una versión más demoníaca, con esos Morlocks infernales apareciendo por ahí.
    Excelente, William, con tu toque sangriento habitual.
    ¡Saludos!

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  3. yo diría descarnado. un relato oscuro y triste, más allá de la ficción. la ausencia de esperanza en todos en torno al juego es apabullante. ya perdimos tanto, solo queda entregarnos.
    bien escrito will!! uf.

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  4. Muy bueno Will. Terribles las imágenes que generás en este relato. Me gustó toda esa desesperanza en los personajes, el saberse muertos y dedicarse nada más que a entregarse. ¡Muy bueno!

    Interesante el guiño con la aparición de los Morlocks... ;)

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