miércoles, 10 de octubre de 2012

Camaradas





Por Bibi Pacilio.


Desperté y estaba todo oscuro. Es cierto que para mis ojos  esto no hubiera sido un suceso digno de tener en cuenta, si mis manos hubieran olvidado, solo por una vez, el gesto cotidiano (el primero de la mañana) de golpetear los párpados con los dedos buscando ilusos una señal de luz.
Estaban vacíos y comprobé aterrada que el mensaje que había recibido la noche anterior no era un sueño. Ni siquiera me atreví a lavarme la cara, pensando que esos dos agujeros sin fondo, serían tan capaces de tragarme entera como de ahogar de un solo trago mi respiración. Por un instante las palabras del Dr. Sebastián Elesgaray volvieron a mi mente, “Primero el brillo, después la vacía oscuridad”.
Tardé más tiempo del habitual en colocarme el abrigo y cubrir la mitad de mi rostro con los anteojos negros que nunca había querido usar; encontrarlos en algún cajón de mi departamento me llevó varias horas y algunas manchas violáceas se dejaron sentir sobre la piel acalambrada por el miedo pero la sensación de mis índices hundidos en aquel abismo desató entre mis instintos uno que aún no conocía.
Tenía que hacerlo sola. Si hubiera pedido ayuda, los pocos seres en lo que todavía podía confiar habrían intentado inmovilizarme, llenarme de razones, aferrarme al consuelo de sus brazos sin detenerse en el mensaje, que por alguna inexistente razón, había traspasado mis órganos. Caminé la mañana por primera vez como si esas cavidades que ahora me sostenían me despojaran también,  de aquellos sonidos, de aquellos olores necesarios. Pisé fuerte las sombras, aspiré el perfume de las alcantarillas y me acordé del crepitar del fuego en alguna esquina.
Lo intenté todo, después del bramido del bastón que blanco voló por el azul, los pasos tentativos hacia el hielo perfumado, las lágrimas incoloras volviéndose chasqueares de periódicos, de suelas, de abanicos sin rumbo, aquella vez distinta cuando Sebastián me recordó que existían otros mundos, esos que con la lente alguna vez se olvidan. Tenía que hacerlo sola y cuando la puerta se abrió me sentí como el héroe que había caminado por fin.
El ocho de agosto, con dos agujeros en mis ojos y carente del elixir de mis sentidos llegué por obra de un sueño al primer escalón de una escalera infinita y por primera vez, cuando mi pie izquierdo tanteó la pared que me separaba de ese otro mundo paralelo, me sentí una elegida.
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Apenas atravesé el pasillo que me llevaba al cielo abierto, escuché la voz.
—¿Cuántas veces le dijimos que TODO no se puede entender?
—No puedo verte…
—El espíritu únicamente escucha a quien le habla con gestos. Y los gestos no son señas en movimientos del cuerpo, sino actos de verdadero abandono, actos de generosidad, de humor…
—¿Vos también escuchaste el mensaje?
—Me faltan los brazos pero me gustaría pintarte. ¿Dónde están mis manos?
De inmediato me despojé de mis gafas y le di mis manos a Clau, así me dijo que se llamaba esa mujer, la primera con quien volvía a sentir el sonido de mi voz en un exhausto grito de auxilio.
Sin ojos y sin manos seguimos adelante como dos guerreras. La azotea de aquel edificio era tan inmensa como nuestros miedos y el zigzag que serpenteaba nuestros cuerpos nos condujo como un rayo hasta él.
William hablaba en un lenguaje extraño y sin verlo yo podía intuir la espuma blanca que brotaba por su boca mientras intentaba romper con algo, lo que parecía ser una nueva puerta.
Supuse que nos había mirado, en medio de los golpes desaforados que por un instante parecieron detenerse.
—¿Dónde están tus pies? —lo interrogó Clau.
—¡No lo sé! —dijo casi aullando como un lobo—. Esa maldita voz se los llevó y ya no puedo arrastrarme más. ¡Malditos sean todos!
Entre las dos logramos levantarlo del suelo, en el mismo instante  que el viento helado que acuchillaba mis mejillas, abría la puerta  para recibirnos.
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Los quejidos no tardaron en llegar desde algún lugar. El llanto parecía acercarse a medida que nuestros cuerpos enlazados en aquel oscuro presagio avanzaban en cámara lenta por el piso frío de aquel escenario nocturno. Me acordé de Laura; «¿dónde estaría ahora?», pensé sin darme cuenta de que a gatas, había comenzado a buscarla.
La explosión nos arrojó a los tres hacia un costado del edificio, y hacia otro y otro, como si fuéramos de pronto los juguetes averiados de un gigante que se balanceaba como un columpio en medio de una tormenta. Un líquido caliente corría sin parar bajo mis pantalones. Volví a tocar mis ojos con la esperanza de que ese horrible vacío hubiera desaparecido pero mis dedos se toparon con el horror de saber que ahí adentro algo se estaba moviendo. Intenté aferrarme a las muñecas de Clau que junto a mí no paraba de temblar y entonces los palpé. Miles de larvas comenzaron a salir de entre las sombras.
La voz del Dr. Elesgaray me sacó de aquella pesadilla por un instante. ¿Él también estaba en esta maldita azotea?
—Tenemos que salir de acá antes de que sea demasiado tarde —nos dijo atando nuestros cuerpos con una soga sin detenerse a escuchar nuestros quejidos.
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Caminamos en círculos, juntando nuestros ojos, manos, pies y oídos para mantenernos vivos. Ya no temíamos a los gusanos que asomaban desde nuestros agujeros, ya no sentíamos nada más que las ansias por llegar a ese lugar que nos estaba predestinado.
La presencia de otras voces me sobresaltó pero enseguida supe que por fin había encontrado a Laura, en el vértice exacto donde el ocho se unía para volver a empezar.
Los ojos de Clau y el sollozo conocido de mi amiga, me describieron a la perfección el encuentro con esos otros cuatro seres que frente a nosotros completaban el número.
—“Y serán ocho” —recordé lo que ahora comenzaba a tener sentido. Allí estábamos incompletos y aniquilados, los últimos y los primeros habitantes de un mundo paralelo.
A Juan lo reconocí por el olfato cuando sus manos estrecharon las mías en señal de complicidad. Ya no sentí repugnancia al introducirlas enteras en las cavidades de sus ojos. El silencio de Laura y Sebastián ahora cobraba sentido para mis oídos, mientras Willi y José se arrastraban por el piso.
Mauricio llegó cuando el amanecer comenzaba a flotar entre las últimas estrellas y Clau ya no se sintió tan sola. Fue en ese instante cuando sentí la luz sobre mi piel y desaparecimos de la faz de la tierra.
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—¿Quién falta? —preguntó Laura algo molesta—. Si no estamos todos no podemos empezar.
—Hablé con Mauricio y me dijo que estaba retrasado, que empezáramos sin él —trató de apaciguar los ánimos Clau, con una sonrisa complaciente.
—Lo esperamos —ordenó William, al mismo tiempo que se abría la puerta de la habitación y el último personaje aparecía.
—Está todo listo, camaradas. Esta noche haremos desaparecer la ciudad de New York.

18 comentarios:

  1. Inquietante señora, intentarlo solo sin pedir ayuda es un desafío, pero preferible al costo de ponernos presos al cuidado del otro.
    Y que cada uno con sus límites complete al otro para seguir, una maravilla.
    Me ha encantado Bibi!!!!

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    1. Nos completamos entre todos, y siempre será así. Lo importante creo es sentir esa complicidad y seguir adelante sabiendo que el otro es parte nuestra.
      Gracias Mercedes por meterte dentro de ese mensaje y disfrutar, me alegro que te haya gustado y confieso que me faltó tiempo para desarrollar lo que en mi mente sigue dando vueltas. No faltará oportunidad de retomar esta historia aunque lo más importante para mí es dejar abierto un abanico de posibilidades!!! beso enorrrrrrrrrrrrme!!!

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  2. ¡Excelente!
    La unión de todos esos desvalidos, tullidos, bajo el aura ¿siniestra? de los enigmáticos Mauricio y Dr. Elesgaray, en pos de la destrucción de la gran urbe -"Esta noche haremos desaparecer la ciudad de New York"-, plantea inquietantes interrogantes (lógicos, por otra parte, con ese muy buen final abierto...): ¿qué ciudades detruyeron antes? ¿cuáles les seguirán en su faena? ¿los tullidos gobernarán el mundo bajo las órdenes de esos dos malévolos personajes? ¿alguien se rebelará?
    Todo ello solo tiene respuesta en la mente del lector. Y eso es genial: nos hacés pensar en nuevas fantasías devenidas de tu historia...
    Las descripciones de los pesares físicos de los protagonistas, muy bien llevada adelante.
    Muy buena historia, Bibi, me gustó mucho.
    ¡Saludos!

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    1. Gracias Juan por correr esta carrera contra el tiempo a mi lado!!!!. Todas esos interrogantes, los mismos que yo me llevo siento que se crearon solos y que de alguna manera darán inicio a nuevas historias. Otra vez los personajes y en este caso el tiempo se rieron de mí y me llevaron a un lugar desconocido!!! Gracias !!!

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  3. Continúa la historia de los ocho contra el mundo!!
    Cada uno, como todos, con sus virtudes y defectos, con sus carencias y habilidades; pero entre todos conformando una poderosísima, infinita y creativa energía capaz de aniquilar ciudades.... o de hacernos disfrutar tanto en este sitio cada semana. Felicidades Bibi!!

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  4. Así es Zavala y me complace enormemente que te sientas parte de este espacio poderoso porque justamente hacemos esto con mucho amor todos, incompletos claro, pero con tantas ganas que no me cabe duda que somos capaces de destruir mil ciudades más !!!jaja besossssssssssssss

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  5. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    1. Gracias Raúl por tus siempre bienvenidos conceptos..Como siempre digo las Historias se completan con las diversas miradas de los lectores que la hacen suya!!!

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  6. guauuuu...... me encantó bibi!!!! siniestro, breve, abierto... uf.
    bravo!!!

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  7. No me mates por sacarte las manos Clau jajaj!!! Gracie camarada!!!

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  8. Si es por destruir New York, compro.
    Muy bueno amiga!

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  9. Impresionante! No había leído entre tus letras nada de este estilo y creo que está perfecto. Una sucesión de metáforas, imágenes crudas, sentimientos siniestros y morbo digno de ser releído.

    Un gusto, camarada!

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  10. Gracias Lau!!!Me alegro que te hay gustado!! Besossss

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  11. Camarada Pepe un placer su visita!! Me gusta este estilo e ir experimentando cosas nuevas, si bien creo que me faltó trabajar un poco más ese final !!! Me alegro que te haya gustado Besossss

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  12. Uff como borras partes humanas, se podrán eliminar malos recuerdos, el corazón se cercena, los paralelos existen? Las partes ya no pertenecen, quizás interpreto mal, pero interpreto. Saludos.

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    1. Los paralelos existen, los malos recuerdos no se. Soy memoriosa a veces y otras muy olvidadiza. Pero creo que interpretas muy bien !!
      Saludos y gracias!!!

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  13. ¡Al fin me puedo tomar un rato para comentar!
    ¡¡Bien ahí Bibi!! Me encanta el clima, toda esa intriga y los personajes incrédulos ante semejantew situación. Me gustó mucho el detalle de jugar con los sentidos de cada uno, con esas carencias que permite que entre todos tengan que ayudares.
    ¡Saludos!

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