Por Laura de la Rosa.
1
Le han diagnosticado a mi compañera una enfermedad terminal. Hace catorce días que no sé dónde estoy parada. Siempre pensé que la primera que se iba a ir sería yo, ella siempre fue una mujer muy fuerte, no tengo cara para mirarla y verla consumirse.
Hace una vida que estamos juntas, cuarenta años desde el día en que la vi por primera vez. Tendríamos unos diez años cuando se mudó al edificio. Yo vivía en el sexto, ella se mudaba a la planta baja. Fue instantáneo que nos hicimos amigas.
El día que se mudó con su madre, la mía me prohibió que me junte con ella. No quería que fuera amiga de la hija de una separada. Desde siempre la conexión fue especial. Era tremendamente hermosa. Yo en ese entonces no tenía idea de lo que nos iba a deparar la vida, pero creo que desde que la vi me enamoré.
Su melena rubia, sus ojos azules y ese cuerpo perfecto para una belleza clásica. Hasta ahora se la ve bella aunque se encuentre tirada en esa cama.
Me la paso fingiendo, no puedo siquiera llorar frente a ella, pero cuando estoy sola, me siento consumir en un mar de desolación. Es mi mujer, es la mujer por la cual desafié a mi familia, es la mujer por la cual no temí decir soy homosexual. Es mía, mi chica y no puedo creer que pronto estaré sin ella.
—Bonita, subo a la azotea a tender la ropa —le dije y salí con un balde grande y una excusa pequeña ya que lo que quería era fumarme un cigarrillo—. Quedate con Iván, ya vuelvo.
2
Los edificios viejos siempre tienen algún problema, este en particular tiene un ascensor que no suele andar. La verdad es que ya ni tengo ganas de pelear con el encargado, dice que soy una torta hinchapelotas, se lo escuché decir más de una vez y es verdad, pero hoy no tengo ganas de hincharle nada.
¿Cuántas veces subimos caminando estos diez pisos?, pensé en el primer peldaño y empecé a subir a un ritmo firme.
Cuando teníamos diez años, Juliana me venía a buscar, subía estos escalones de dos en dos y los bajábamos de la misma manera. Nos encantaba jugar en la escalera, creo que porque en este lugar estábamos solas. A veces Iván el del tercero nos venía a hacer compañía, pero era muy difícil que lo dejáramos entrar en nuestra dupla. Nos esperaba en este mismo lugar, a eso de las tres de la tarde, en el descanso del segundo piso, subía con nosotras hasta el tercero y ahí decidíamos si nos acompañaba al sexto o volvía como vino hasta su departamento.
Qué lindo Iván, compañero y amigo de toda la vida, hoy mi gran pilar para afrontar este momento. Tantas cosas pasamos los tres, tantas maldades le hicimos, no es que no lo quisiéramos, Juliana y yo éramos especiales.
Me acuerdo una vez, tendríamos unos quince años, y estábamos enamoradas de un chico del 5to. Me río de recordarlo, jamás estuve enamorada de él, y Juliana tampoco, ya ambas sentíamos algo más que amistad la una por la otra. Pero había que disimular y todas las tardes a eso de las siete nos sentábamos a esperar que viniera, sabíamos que él era deportista y subir sus cinco pisos le permitía afirmar sus músculos. Él llegaba, nos miraba a las dos sentadas en el piso jugando a las cartas y nos decía:
—Pueden jugar en el palier de abajo o en el del sexto pero las dos me ocupan la escalera.
Y se iba riendo. Bajo el zócalo del sexto escribí nuestro primer corazón temerosa de ser descubierta. Y en el séptimo ella me besó por primera vez, yo tenía diecinueve años. Habíamos subido a la azotea como lo estoy haciendo el día de hoy, teníamos que recoger la ropa de su madre porque se había largado la tormenta. Yo llevaba puesta una remera de bambula blanca. Bajamos totalmente empapadas y al llegar al piso siete Juliana se frenó. Creí que estaba cansada. Me miró fijo, me tiró contra la pared y me besó. Comenzamos a besarnos como locas, a tocarnos como dos amantes enamoradas, quería desnudarme allí mismo y lo hubiéramos hecho si no fuera porque a mi mamá también se le ocurrió subir a buscar su ropa y nos descubrió en lo que siempre dijo fue la peor humillación de su vida.
Juliana me defendió y esa misma noche me mudé a su casa para siempre. ¡Qué escándalo! Su madre por supuesto lo aceptó, mis padres se mudaron a los pocos meses. Cada vez que tengo ese recuerdo me pasa como ahora, no puedo dejar de llorar, ella es una leona, siempre lo fue y ahora se me está yendo.
3
Un llanto agudo y profundo me desestabilizó, algo estaba mal, lo presentía. Los escalones me mareaban, las paredes giraban sobre mí y unas náuseas amagaban con convertirse en vómito.
—Ay Señor qué lejos está la azotea —pensé mientras llegaba muy agitada al octavo y la respiración no me acompañaba.
Ya en el noveno una gran opresión en el medio del pecho casi no me deja caminar. Unos peldaños más y llego.
Arrastrándome me siento y apoyo la espalda en la pared, el dolor ahora se extendió al brazo, estoy confundida no puedo respirar. Esto es un infarto, lo sé, y Juliana está tan lejos.
Siempre supe que la que se iba a ir primero era yo, y en lugar de estar triste estoy alegre. Sé que pronto estaremos juntas mi amor. Voy a ser yo la que te espere en la otra vida. Lamento que no estemos juntas como te prometí al saber que te ibas vos. No puedo verte morir y sé que vos no podés verme morir a mí.
Fue Iván el que encontró el cuerpo de Patricia en la azotea. El que le dio la noticia a Juliana. El que la acompañó al hospital hasta su último suspiro, pocas horas después.
Qué bueno llegar primera para decirte no solo que valió la pena esperar este cuento genial, también que lograste marearme a mi también en esos escalones. Amiga simplemente FELICITACIONES!!! Una historia tan bien llevada asta el final, con imágenes que la completan tan bien y por supuesto excelente por donde se la mire!!
ResponderEliminarbesossssss
Disculpen la falta de h, tengo teclado nuevo y no funciona bien !!! ( asta es hasta)
ResponderEliminaray. me encantó, lau. y coincido con bibi en lo bien que la llevaste.
ResponderEliminarhermosa y triste historia de amor.
te felicito compañera!!!
Triste y muy bella historia de amor. Dramática...
ResponderEliminarCon un final sorprendente, ideal.
¡Felicitaciones, Laura!
Muy bueno.
Un drama bien narrado y de lectura ágil. Muy creíble el sentimiento de las mujeres.
ResponderEliminarMe encantó aquel primer beso en la escalera.
Te felicito, Laura.
Saludos.
me encantó, una historia preciosa, no he podido evitar que los ojos se me empañen.
ResponderEliminarmuchas gracias Laura por compartirlo conmigo.
muchos besos.
Paloma.
Gracias a todos por sus comentarios, se que los amigos hablan con afecto. Y los desconocidos hablan por sus impresiones.
ResponderEliminarMil gracias por la lectura de este pequeño relato.