miércoles, 9 de abril de 2014

La otra



Por Bibi Pacilio.

El encargado de la mudanza se lo dijo muy claro, tal vez porque las gotas de sudor habían enrarecido la habitación o porque había llegado el momento de enfrentar la realidad. Lo cierto es que el ropero de roble, había desaparecido de su vida.
Cornelia no se conformó, tampoco derramó ninguna lágrima ni se humilló. Solo le pidió cortésmente a aquel hombre incierto, que al desarmar aquella parte de su vida tuviera sumo cuidado de no romper los cristales. Se llevaría la puerta labrada para que alguna pared de su nueva casa tuviera algún indicio sobre el pasado de su dueña.

Eligió el dormitorio, muy a pesar de que el sueño nunca fue aliado de los espejos. Lo apoyó con cuidado sobre el piso de madera clara que contrastaba con la oscuridad de su marco y cuando estuvo segura que ningún peligro los acechaba, se conformó a pesar de las manchas amarillas que contaminaban la piel de su posesión. Amelia le había recomendado cambiar los cristales. Ilusa ella si pensaba que cometería semejante asesinato.
Aquella noche se sumió en un largo ensueño, sabía que la claridad a veces llega de improviso pero ahora no necesitaba cruzar el horizonte para volver a verse con el cabello desordenado por el viento, imaginando que aquel campito era la ruta perfecta para su bicicleta roja. Estuvo a punto de cortar algunas flores amarillas pero no hubo tiempo porque una voz desconocida interrumpió su letargo. Fue una extraña mañana, una mañana luminosa que de a ratos le parecía interminable. Cornelia sintió ganas de viajar.
Cuando apoyó la cabeza en la almohada se sintió caer, la habitación se pobló de estrellas y su cuerpo se apropió del ave Fénix que había llegado desde muy lejos para revelarle el secreto rojo de sus alas, tan enteras, tan fuertes como su deseo. Fue un largo vuelo.
Noche tras noche Cornelia crecía para volver a sumergirse en esos otros lugares, donde el reflejo de la noche se convertía en el secreto de su nueva vida. Ya no extrañaba la sonrisa ancha que su boca dibujaba ante la sorprendida mirada de sus pares. Hasta las lágrimas parecían haber sucumbido a la alquimia de los colores y se dejaban ver sin transgredir la tristeza ni la risa.
—Nunca te lo dije pero cuando te vi con ese pelo rubio y los labios pintados de rojo me hiciste acordar a la mujer de mi padre —le dijo una vez a Amelia mientras desayunaban—. Ese día te odié.
—Debe ser por eso que nos hicimos amigas —le contestó la rubia con cara de preocupación.
No valía la pena contarle que ya no importaba, que hasta le gustaba el helado de chocolate, que tenía ganas de aprender a bailar.
Cuando le tocó el turno al amor, la habitación se volvió roja como el planeta desconocido. Sus pechos crecieron y sus caderas se bambolearon en la cama como si lo estuviera esperando desde siempre. Por primera vez después de tantas noches el olfato cobró vida y el aroma de una piel conocida se adhirió a su piel. El río sucumbió al mar en aquellos otros ojos que adentro de los suyos estallaron en una melodía infinita. Los labios apretados, que en vano intentaron atrapar la noche para que dure solo un poco mas. Las sábanas revueltas y ella, vulnerable por primera vez.
El café le trajo el sabor de los infieles y por primera vez después de tantas noches, tuvo miedo. Miedo de que los ángeles vuelen hacia atrás, de que todo sea como real. Miedo a que el destiempo ganara la batalla.
Cornelia avanzó sigilosamente hacia su habitación, respiró hondo con la vista fija en el atrapasueños que ondulante parecía conocer a la perfección su travesía, se acostó sobre la cama como si sus músculos antes tan volátiles, se hubieran entumecido de repente y esperó.
Cuando la mujer de cabellos blancos le tendió su mano, no rehusó. Escuchó el viento que soplaba desde la ventana, cerró los ojos y se entregó.
El espejo apoyado sobre el piso de madera clara la devolvió a la vida.


5 comentarios:

  1. Curioso relato... Lo leí onírico, repleto de sensaciones y emociones, con protagonistas de carne y hueso, y también etéreos. Un acierto lo de la mujer de cabellos blancos sobre el final.
    Muy bueno, Bibi.
    ¡Saludos!

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  2. Relato fantasmal y con un clima bien tenso, como nos tenés acostumbrados Bibi. Aplaudo el tono que lográs al contarnos esto.
    ¡Muy bueno!
    ¡Saludos!

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  3. Precioso me encanto también como lo pincelas con notas de color y fantasía, fue un enorme placer leerte.

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