Por Claudia Medina Castro y Osvaldo Barone.
(basado en la canción «La hija del fletero»)
—... Está hablando de su estupidez, de su falta de coraje, de lo que no pudo escuchar.
—¿Qué? Decime… ¡Decime!
—¿Dónde estás?
—Estoy acá.
—¿Dónde es acá?
—Acá en el cuarto,
decime que te escucho.
—No, no me escuchás
desde ahí.
—¿Qué? Dale… no me
hagas levantar… (Se levanta y viene).
—Digo que está hablando
de su estupidez por no haber escuchado.
—Mmm… Yo no sé si iría
por ahí… Uy… me agarró una puntada acá… acá… ¿ves? (Me toma el cuello por
detrás. Se levanta lentamente y va al baño).
—¿O se tratará de lo
que ella no pudo ver?
—¿Eh? (desde el baño)
¿Qué, mi amor?
—¿Será….?
—No te oigo, estoy
bañándome. Decime de nuevo. Uy, neni, no me podés traer un toallón que me
olvidé…
—Bueno.
—Gracias. ¿Qué me
dijiste antes, Gata?
—Que… mmm… me olvidé.
(Vuelve del baño).
—Me habías dicho algo cuando me estaba bañando.
—Sí. No importa. Pensemos… ¿De qué se trata esto…?
…
—¿Otra vez te fuiste? (él
se va a pensar con la tele).
—¿No querías que
piense?
—¡Tenemos que pensar
juntos para redondearlo y ya!
—¡Pero cuando estoy ahí
no me decís nada!
—Es porque estoy
pensando. Ok. ¿Lo pongo de nuevo?
—(Vuelve).
Sí, mi vida.
2.
—…
—…
—Concentrate en la
letra. Él no tenía valor para ver las letras de las cartas. No las abrió.
—…Yyy… porque era un
muchacho que no dormía de noche... Si abría las cartas iba a llorar.
—¿Y qué? ¿Tenía miedo
de llorar? ¿Eh? ¿No quería llorar?
—Y no, por esos motivos
no. (Se va al cuarto de nuevo).
—¿Por qué por esos
motivos no?
—¿Qué? Porque es caer a
la tierra, nena.
—¿Cómo es eso?
3.
—...
—¿Vas a quedarte ahí?
—Vos me hablás y yo te escucho.
—Pero tengo que gritar... Uf... Viste que dice que a los ciegos no le gustan los sordos. Creo que ella estaba ciega de enojo por la sordera de él. Y no soportaba su inconsistencia.
—(De lejos, él dice:) No se bancaba sus giras. Sus caravanas de gil que se las sabe todas. Era la hija de alguien que conocía. Alguien con quien tuvo sus historias. Un transportador (fletero) es muy esperado en ciertos circuitos. Es parte fundamental en algunas cadenas... Es a quien todos esperan.
—Entonces para él era más "la hija de"... de alguien importante y esperado... El esperar nubla cualquier conciencia... y ni hablar de las más primitivas. Yo creo que semejante negación la hastió hasta volverse un reclamo hecho mujer. Y todo porque la dejó hablando sola, sin siquiera poder escucharse a sí misma de tanta energía suelta. Como bien dice ahí, un corazón no se endurece porque sí.
—La negación es por los dos lados. Él no quería escuchar y ella no quería ver.
—O no podían.
—O
no podían.
4.
— Y... ¿cuál es la parte de la realidad que resulta más tortuosa como para negarla y dejarla ir?
—No sé.
—¿Toda?
—No sé.
—Una persona que usa ciertas drogas no es normal, no piensa como una persona normal.
—No creo en la normalidad. Como tampoco en el bien y el mal como aspectos excluyentes de un ser. Se es un poco de todo. Pero uno puede elegir.
—Todo lo que pasa en esos estados de gira no son normales. Porque el cerebro y los nervios no corren de la misma manera. La reacción no es natural. Hay gente que quedó muy mal después de eso.
—Entonces parece que ese estado impregna la vida queriendo aniquilarla.
—Algo así. Empieza por no querer dejar ciertos hábitos por amor.
—¿Por amor? ¿O por temor?
—Si te inquieta algo en lo que no querés pensar es porque te importa.
—Eso es un rompecabezas.
—Es
un rompecabezas donde todas las piezas encajan. El cerebro de un drogadicto
automarginado va perfecto con la ceguera. Resulta fácil buscarle la vuelta como
una historia más de amor y desencuentros.
5.
—Entonces, como siempre digo, todas las películas son
de amor… (ella se sonríe).
—Mmm. No sé. Él en el fondo sabía que no era tan vivo
como todos creían. Pero íntimamente, lo único que le hizo caer las fichas fue
el amor (se va a la cocina a fumar un cigarrillo).
— ¿El amor?
—Y sí, porque él la quería.
—¿Engañándola?
—Era el estilo de vida de él. Una noche acá, otra allá.
Pero él pensaba siempre en ella, era con la única que anhelaba estar. Era la
hija del fletero. Por eso no podía leer siquiera sus cartas. Temía que lo bajen
a la tierra. Esa tierra en la que nunca estuvo ni quería estar. Era así. No le
importaba otra cosa más que su gira de bar en bar. Tenía reductos donde
esconderse. Era suficiente. No quería más realidad que esa…
»Lamentablemente, toda esta cosa no quedó expuesta
solamente en la letra de una canción. Se denota en la decadencia de la banda y
de sus seguidores acérrimos.
»Tenés que alimentarte, redondita de ricotta…. ¿Te
caliento la comida?
—Sí, esperá. Quiero poder con esto.
.
Muy bueno, Claudia.
ResponderEliminarEl diálogo de dos (ella y él) que intentan interpretar, a su modo, lo insondable del cerebro del Indio escribiendo la poesía ricotera.
Creo que lo logran, cada uno a su manera. Me gustó mucho el trasfondo de cariño y amor que revolotea en el diálogo de los protagonistas: muy bien construido.
¡Saludos!
gracias juan!! qué bueno que te gustó!
ResponderEliminarsalió rápido, y dió para poner algo de mi visión de toda esa cosa ricotera...
salutes!!