Por Bibi Pacilio.
Después de ofrecerme la última gota de sangre, mi
madre salió volando por la ventana de la habitación antes que el sol devorara
sus ojos.
Seguir las reglas del juego no fue un capricho para
ella, ni siquiera la remota posibilidad de que la obsesión se apoderara de sus
movimientos. “Ningún peón es tan tonto como para querer ser rey” me dijo sin
palabras, antes de que su piel se volviera lisa y reflectante como el cristal.
Por eso estaba allí, en medio de una guerra
interminable de familias. Los Cullen y Volturis me habían convertido en la más
codiciada de sus piezas, y mi aparente inmortalidad, en mi peor enemiga.
Aún así,
conociendo la fatalidad que se cierne sobre mí, soy consecuencia del
amor; como el único ser capaz de atravesar el fuego y el hielo, sin pestañear,
hasta alcanzar la otra orilla.
El tiempo que me mantuve dentro fue demasiado corto,
hubiera preferido que nueve lunas me acunaran, pero cuando mis manos rozaron
sus entrañas escuché los primeros pensamientos de mi padre y comprendí que
pronto debería cuidarme de la
luz. Bella , así se llamaba ella, me entregó su aliento y a
pesar de estar inmóvil, sus latidos se transformaron en una danza interminable
contra la incertidumbre.
Me enamoré de él enseguida, mi padre, y supe apenas me
tuvo entre sus brazos que sacrificar sus miedos lo había cambiado para siempre.
Por eso, mordiendo mi cuello aquella primera noche en busca de la sangre, que
solo a él le pertenecía, reviví el instante de fluidos que me habían dado vida
en aquella isla lejana y supe quién había sido dueña de su fortaleza.
Aprendí a cazar y huir de la manada de lobos que
olieron mi regreso. Dibujé crepúsculos y lunas nuevas en las paredes de mi
cuarto, y cuando lograba que por pequeños instantes me dejaran sola, soñé con el
hombre que me imprimó al verme por primera vez.
Jacob Black olía a bosque y a pesar de ser un
licántropo, millones de hilos de acero nos unían tan fuerte, que hubiera sido
imposible sucumbir a su sonrisa. Nunca le temí y en las diferencias con mi
padre encontré las causas de mi encantamiento. Los tenía a los dos y a la edad
de ocho años podía entender por qué mi madre los había elegido con un amor tan
incomparable como necesario.
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—Nunca me sentí feliz al perder una partida que
creía ganada desde el comienzo —me dijo Jacob a punto de alejarse—. Pero hoy…
—Han sido las cinco jugadas más bellas y se lo debo
a un gran jugador —le contesté con una sonrisa.
—Se lo debes a ella —me susurró al oído mientras me
abrazaba.
—¿Tu también crees que es inmortal?
—Ya eres una reina, Nessie, una reina helada y llena
de fuego a la que nunca dejaré sola —me dijo mientras guardaba el peón rojo en
el bolsillo de su chaqueta y se alejaba con pasos largos y seguros.
Creo que en esta oportunidad y acompañando esta portada, dejaré que los lectores trabajen un poco y sean ellos los que le den forma a esta historia se que asoma entre las palabras.
ResponderEliminarSangre, amor, pasiones al por mayor, todo desde la perspectiva potente que da la redacción en primera persona.
ResponderEliminarMe gustó, Bibi, fluyen en tus letras los sentimientos intensos de la protagonista.
¡Saludos!
Una historia fantástica donde la pasión, el juego, la seducción y un final abierto hicieron que lo disfrutara. Fiel a tu estilo otra vez nos regalas un relato para recordar. Abrazo
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