miércoles, 5 de diciembre de 2012

Resurrección




Por Bibi Pacilio.


Se terminaba noviembre y pensé con toda razón que los adoquines se reían de mí. No podía juzgarlos, su naturaleza los había acostumbrado a la dureza, al taconear, el repiquetear, a las huellas incoloras (algunas verdosas), a mirar en puntas de pie, como en un abismo irrisorio sobre una piedra, un poco más alta, más gruesa o acaso más liviana. El camino no era nuevo, podría contarles miles de recorridos pero ninguno como este que me deja alerta ante un cuerpo desconocido.
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Fue otro el tiempo de los aromas que palpitantes embriagaban la cocina. Isabela había llegado de quién sabe dónde para ocupar el lugar que otra mujer había dejado al marcharse para siempre. Lorenzo se enamoró de sus manos, ninguna de las otras, las habían lamido con placer después de enterrarlas en la humedad de la tierra. Se casó con ella y la huerta creció opacando los rumores que en el pueblo lo habían condenado a la soledad.
Vinieron estaciones de buena cosecha y lujuria, de plegarias y acechos, como los vientos que encandilados por la luna derrochan sus ráfagas en noches de quimeras. Fue una noche, la primera, cuando las habas rodaron por el piso y el hechizo desató la tempestad.
La piel de Isabela enrojeció como los días, mientras el hombre recuperó su empeño. Nadie dijo nada cuando el carro se arrastró de nuevo por el empedrado del pueblo sin prisa y otra vez volvieron las plegarias en la iglesia: “Socórrelo Señor, dale entereza”.
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Al principio sentí frío pero el golpe me hizo más liviana y me acurruqué entre las semillas nuevas. No podía moverme pero como la innombrable, tiesa y herida, aún podía alimentar mi venganza. No me di cuenta hasta que mis miembros empezaron a cobrar altura; poco a poco, con cada gota de agua se estiraban en la oscuridad siguiendo la luz. Crecía como el grito, que oculto entre mis venas se teñía irremediablemente con las gotas resecas de la sangre derramada. Las vi antes de llegar a la superficie. No estaba sola, eran miles de matas que entre las piedras me miraban gozosas y cuando el primer rayo de luz anestesió por fin, mi cuerpo dolorido reconocí el huerto. No puedo mentirles, un temblor pavoroso recorrió mi cuerpo cuando las manos de Lorenzo me tocaron de nuevo y sus ojos me dejaron ver en el reflejo rojizo del asombro pero ya no era la misma, distinta a todas ellas.
Él creyó que una semilla había llegado de quién sabe dónde para anestesiar su condena y volvió a regar los días con su aliento, sin saber que el aroma que esa única mata rojiza exhalaba, entre ráfagas de clavo y regaliz, lo llevaría a la locura.
Encontraron su cuerpo descompuesto sobre el cantero de piedras, entre las matas de albahaca que seguramente habían sido su único alimento desde que su última mujer lo había abandonado y sin perder tiempo decidieron enterrarlo para que descanse en paz, justo debajo de incomparable especie roja que milagrosamente aquel día comenzó a llenarse de flores.





(La albahaca pertenece a la familia de las Labiatae y su origen se encuentra en India, donde se consideraba sagrada. Desde allí se extendería por Europa gracias a las culturas griega y romana. En antiguas civilizaciones como la egipcia, poseía un alto valor, siendo incluso uno de los elementos utilizados en la momificación).



- FIN -



Bibi Pacilio ha dispuesto que Claudia Medina Castro, para su cuento corto a publicarse el miércoles 12/12, utilice las siguientes palabras: 1) guerrero; 2) invisible; 3) humo; y 4) naufragio.

12 comentarios:

  1. ¡Bibi! ¡Hermoso relato! Es genial las vueltas oníricas que tiene y como te envuelven esos personajes.
    El final, desquiciado.
    Beso :D

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    1. Gracias pajarito por dejarte envolver por las letras !!! Es cierto el final es cruel pero merecido ;)Besossss

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  2. Surrealista, con imágenes que te transportan a través de sus letras.
    La fantasía, la realidad, la naturaleza y el amor se entremezclan de la mejor manera. De igual forma, la redacción en 1º y 3º persona que nos muestra la perspectiva de ambos personajes y del narrador externo.
    Todo ello configura un excelente cuento, "made in Bibi".
    Muy, muy bueno.
    ¡Saludos!

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    1. Me encanta Juanito que te hayas detenido en los narradores!!! Buen ojo tiene usted caballero!!!!
      Gracias y besoss a mi editor preferido!!!!!

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  3. la locura se cierne el los páramos alejados, en las plantas, en lo más común. me encantó tu siniestro cuento bibi. traen a esta realidad cosas de otras.
    salutes!!

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    1. Gracias Clau!! Las realidades contaminan la tierra para volver desde a resurgir !!

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  4. Que relato bibi, algo terrorificamente vegetal, quizás el cadáver del tipo, fue como dicen un buen abono para la tierra y las plantas. Excelente, calidad que te destaca. Espero que salga el comentario. Saludos.

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    1. El comentario salió y te agradezco tus palabras!!! terroríficamente vegetal y al mismo tiempo con un final necesario.
      Besosssssss

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  5. Bibiana, vengo un poco demorado en mis lecturas pero como todo lo bueno valió la pena esperar. Un relato que tiene todo tu sello, ese aroma a juegos, luces y sombras, perspectiva, y un final inesperado pero efectivo.

    Siempre un placer leerte.

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  6. El placer es mío Pepe y la lectura llega siempre en el momento justo ( a veces cuando se puede) Lo importante para mí es que te haya gustado y poder seguir trasmitiendo y aprendiendo siempre!! Besosssssssss

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  7. Hermoso. Sin más que hermoso. Sos talento puro.

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