miércoles, 15 de agosto de 2012

José Luis y yo




Por Claudia Medina Castro.


A José Luis le gustaba cocinar.
Los domingos volvía de sus clases de bridge y se ponía a organizar toda la semana culinaria.
Aquel día de compras resultó mejor de lo que esperaba. Hortalizas bravías y rojos oscuros saliéndose de su vaina lo seducían desde las góndolas, estirando sus tentáculos para dejarse atrapar por él.
Recorriendo el mercado, en un éxtasis pulcro y secreto se emocionaba ante los bulbos incipientes y retozaba íntimamente con la variedad de setas, adivinando sus aromas.

Yo lo conocí en un taller literario del centro.
Era una tipo sencillo; no se hacía de arrogancias.
Cada semana se presentaba con algún bocado tentador de su autoría, recibiendo los suspiros de las hembras del grupo como apetecible devolución.
Las damas eran tres, y, como se esperaba de ellas, exponían sus deberes en forma casi terapéutica.
Nosotros, los varones, nos esforzábamos en ignorarlas, con total desconocimiento del resultado de tal actitud, intrínsecamente contradictoria.
En el taller, José Luis pelaba alubias con sus verbos, y yo las trozaba con metáforas inadecuadas que lograban colorear seis mejillas. Juntos guisábamos un alimento esplendoroso para el espíritu de las letras, que pocos, o mejor dicho, pocas, lograban entender, pero lo disfrutaban con ojos y corazón amistosos.
Allí gozábamos íntimamente de nuestra yunta, aleatoria y espontánea como pocas.

Un día de julio, a la salida, me dijo de tomar un vino en el bar de la esquina. Y así fue como, naturalmente, empezó todo.
Una nube plácida de obviedad nos rodeó solo para sabernos equipo.
Y además del vino fue una grapa, y otra, y más. Y quedamos en acuerdo, recuerdo, nada cuerdos. Pero sí con voluntad. Su placidez culinaria encajó con mis motores tuertos. Y se armó la receta fatal.
Era solo cuestión de paciencia, algo que los dos teníamos de sobra. La vida nos había llevado hasta ese momento con todo lo necesario.

(Ay, Esther, Esther, siempre acotando. Acotando y coqueteando. Debilitándonos.)
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“Querida Esther:
No necesitamos de tus alardeos, tu belleza es explícita. Somos solo un par de hombres tratando de entenderte, de contenerte. No queremos verte sufrir así. Vamos a terminar con tu ancestral agonía.
Firmado: Los Cocineros.”
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Esta nota fue encontrada tarde, lejos, y no aclaró nada.
Nunca se supo que ese día, en la hora de las sombras, hubo equipo.
Yo con mi serena aunque inquietante sonrisa y José Luis con su pasión extrema logramos atraerla a nuestro aura. Filosas palabras le abrieron la piel. Manos hábiles le separaron los racimos de su ser enrojecidos de sangre. Disfrutando de gritos confundidos la cortamos en exquisitas rodajas, hasta acallarla.
En su pisito de Barrio Norte José Luis ya tenía todo listo para el ingrediente principal. Nada que agregar. Todo condimentado. Con sus tiempos, con su música de fondo. Con el rocío de alcohol justo y necesario para flambear lo apropiado.
Nada que decir.
Una delicia.

Luego de un par de semanas de duelo en el taller, volvimos a reunirnos todos. Las dos damas que quedaban casi ni notaron la ausencia de Esther, seguramente por el desconocimiento propio de ciertos grupos formados para mantener algunas existencias en un anonimato prudencial.
Felices de volver al ruedo, lo hicimos con todo. Esta vez no escatimamos galanteos y dedicatorias en las idioteces que garabateábamos a diario para presentar el ansiado día de taller.
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“Querida Irene:
Tu latente lesbianismo expuesto en tus horrendos escritos, conjuntamente con tu incipiente bigote nos ha puesto de la cabeza.
Creemos firmemente que mereces mucho más. Y decidimos que eso será en tu próxima existencia.
Firmado: Los Cocineros.”
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Pisito, pimienta y sal. Esta vez, asada entera y viva. Era tan pequeña la pobre… le faltaban las alitas…

Para no levantar sospechas el siguiente día de taller nos encontró firmes tocando timbre.
Es increíble… cómo puede ser posible… una terrible pérdida… ¿fue un accidente?
Y nos fuimos, cabizbajos, al bar a festejar.

Tres semanas más tarde llegó la llamada más esperada del mes. El taller reabría sus puertas, con gerenciamiento renovado (el pobre anterior no pudo con la culpa).
Lástima que los nuevos eran hombres, lo cual nos hizo perder cierto tiempo en nuestro quehacer, porque nos excitaban bastante.
Salíamos de ahí desesperados por tocarnos y pegarnos y atarnos, como descubrimos que desde siempre nos gustaba.
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“Dear Marge:
Dado que tu acento tristemente irlandés nos resulta repulsivo, hemos decidido darte una oportunidad para que aprendas bien nuestra lengua. Verás lo rica y dulce que es.
Firmado: Los Cocineros.”
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Pisito, chocolate y canela. Margaritas y velones decorándolo todo. Y la lengua de Margui extendida y bañada en pasta de almendras. Fue de lo más divertido sentir el chocolate lubricándonos…
El resto de su cuerpo fue utilizado para lo que a ella tanto le gustaba (degenerada…).
La mañana siguiente y luego del riguroso tequila emprendimos la búsqueda frenética por internet de un nuevo taller literario. Engolosinados, apuntábamos a que sea por el barrio.

Esa misma tarde nos enteramos que la nota (la tercera) no fue encontrada ni tan lejos ni tan tarde. Y aclaró lo suficiente. Sucedió rato después que nos derribaran la puerta y nos llevaran, semidesnudos, a la taquería.
Parece que el nuevo director del taller resultó ser un cana encubierto con alma de escribidor… o un escribidor encubierto con alma de cana. Ja. Ya no importa. Hicimos nuestros deberes con postre y todo.
Firmado: Los Cocineros.
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25 comentarios:

  1. Exquisito!!! Delicioso!!!! Voy a volver porque me ENCANTO! Una fiesta culinaria y de letras!! Bravo Clau, más allá de que me identifico con tu escritura siempre, en esta prosa hay un relato tan bien llevado hacia ese final inevitable que hasta saboreamos esas muertes.
    Besosssssssssss

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    1. volvé! volvé. qué bueno. me encanta que disfrutes mi delicatessen amateur!!! gracias bibi por tus palabras!!

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  2. Que bueno, excelente. Apetito voraz, criminal cocina, macabo condimento. Un apluso para claudia. Saludos. Comparto g+

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    1. gracias ricardo! me alegro que te haya gustado!! salutes y comparta nomás!

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    2. Soy maxymo...parezco otro pero soy el mismo. Ja. Saludos.

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  3. Wow! Me faltan palabras Claudia! ¿Será acaso que supiste descubrir mi alma asesina, mi ansias de sangre? Exquisito relato donde bien puedo ser el protagonista en la vida real. Me he visto paseando por Marché de Saint-Denis seleccionando los condimentos, aunque tu relato no da las coordenadas espacio-tiempo. Tuve en algún taller literario compañera acotadora y alguna que daría gusto saborear. ¿Mera casualidad con mi homónimo armado en base a tu genialidad? Ya ni siquiera importa. Me fascinó, atrapándome. Disiparon mis temores tus letras y me rindo a tus pies.

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    1. jaja!! JLB, no te ví paseando por ahí seleccionando condimentos. tampoco en un taller literario (yo jamás fui a ninguno). sólo me inspiró tu avatar, que indica tu gusto por la cuisine...( y te leí poco también...) en fin. me alegro haberte captado en tus interiores. y la casualidad no existe! :-) salud y bon appetit compañero!!!

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  4. Claudia has confeccionado un exquisito menú literario con tu cuento. Felicidades!!

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  5. ¡¡Qué relato más genial!! Destila un gusto exquisito y un humor negro que te lleva de la mano por toda la historia con sutilezas muy... muy ricas...
    ¡Excelente Claudia!

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    1. POLP, bien por encontrar el humor y las sutilezas! y gracias muchas por tus palabras!

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  6. Una pregunta Clau ( te dije que iba a volver) ¿ Vos sos el otro cocinero encubierto ???? mmm ese título !!! fantastic!!!

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  7. obvioooo!!!!! jajaja!!!! lo gracioso es que las dos elegimos personajes masculinos para nuestros cuentos. yo leí el tuyo después de escribirlo.

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  8. Es verdad!!! jajajaja!!!! Buen desafío !!!

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  9. El relato destila una belleza cruel a cada paso. Es atrapante, y no podés frenar en su lectura: mérito absoluto de su autora.
    Los protagonistas, macabros en su normalidad (por lo menos, para ellos) de vida en común.
    ¡E-X-T-R-A-O-R-D-I-N-A-R-I-O! Así, con mayúsculas y remarcando cada letra.
    Felicitaciones, Claudia.
    ¡Me encantó!
    Saludos.

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    1. ups, juan, tus palabras me fascinan. y me ponen muy contenta.
      salió como tiro el martes 7, y el 8/8 me averié un ojo... que todavía se está curando. por suerte me quedó el otro para los retoques posteriores :-)... y para leer estos hermosos comentarios!
      G.R.A.C.I.A.S. M.I.L.!.!.!.

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  10. Me gustaron, sobre todo, los pequeños detalles... El hecho, por ejemplo, de que busquen que el nuevo taller literario sea "por el barrio".

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    1. jaja! si. muy observador, lucas. la verdad es que me divertí mucho escribiéndolo.
      gracias por el detalle de notarlo!!!

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  11. Solo quisiera aclarar que no me gustan los talleres literarios, si son del barrio menos, y que empiezo a mirar los galanes con aptitudes culinarias, de otra manera.
    Gracias! Un saludo.

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    1. bien alfred. no todo es lo que parece, no? (jamás fui a un taller literario, te aclaro yo...)
      salutes!!!

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  12. Muy logrado relato, Claudia. Una metáfora de principio a fin, pero que se entiende (¡gracias a Dios!). Entretenido al mango.
    Te felicito.
    Saludos.

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  13. gracias raúl. un placer que lo hayas disfrutado.
    salud!!!

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  14. Claudita
    Que bueno es leerte, siempre me gustan este tipo de relatos, ágiles, entretenidos, creativos.
    Excelente elección.
    Un josé Luis que todos sabemos que es dos.
    Un beso

    (perdón por la tardanza en la lectura)

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