Por Bibi Pacilio.
En Rauch todos
hablaban del concierto. Recibí la invitación por correo y no dudé en viajar
unos días antes para no perder ni uno solo de los preparativos del evento más
importante del año. Además, hacía mucho que no veía a los pocos amigos que
habían permanecido. Mi exilio había terminado hacía varios años, sin embargo,
mis compromisos o quizás los malditos habitantes de mis entrañas revueltas, se
resistían a veces a tales emociones.
Habido que hube
visto sus caras algo envejecidas como en una película en blanco y negro, con la
lentitud que atraviesa el pasado y solo pude abrazar a esos extraños seres, con
el déjà vu de mis propias certezas.
Es cierto que acepté hospedarme en casa de Juan
y no en el hotel que tenía reservado pero nunca dudé de mis presentimientos,
aunque no puedo decir a ciencia cierta, si fue ese brillo extraño que
reflejaron sus ojos vidriados o la sonrisa ancha que se tragó mis preguntas,
aquella mañana de agosto. Él estaba feliz, no solo por mi aparición, que lo
obligaba a tocarme una y otra vez como si no creyera en la veracidad de mi
carne (algo desnutrida, lo acepto, pero carne al fin) sino también por la
llegada de esa mujer y su violín. Recuerdo que hasta su esposa me comentó
contrariada su extraño comportamiento. “Me tiene harta hablando todo el día de
esa violinista”.
Cenamos solos
en un comedor del centro y se lo agradecí. No me molestaba su familia pero mi
soledad de escritor se había acostumbrado a los largos silencios, imposibles en
el bullicio de una casa con tres niños, muchachitos “adorables”, pero con el
mismo registro de voz que el de su padre años atrás. Brindamos por el encuentro
y callamos lo evitable. Me contó que la gorda Aurora ya tenía como cuatro críos, que
Pancho había huido por fin de las garras de Doña Josefa, que “la colorada”
ahora era una actriz porno…
Volver a
caminar las calles de Rauch bajo el reflejo de esa luna gigante que nos amparaba fue la antesala de lo que más tarde se convertiría en el primer capítulo de la
novela que hoy acabo de terminar. Nos conocíamos desde chicos por eso no dudé
en sentarme junto a él, en el cordón de la vereda, como antes cuando se sacaba
las gafas, restregaba sus ojos y me miraba serio.
—¿Por qué te
olvidaste de mi violín? —me recriminó con su pausada voz—. Desde que te fuiste
esperé, esperé que al fin te acordaras de nuestra promesa.
—¿Violín?
¿Promesa? —titubeé.
—Sí, hicimos un
juramento —afirmó.
Fue entonces,
al ver aquella lágrima caer pesada sobre su rostro que recordé.
No volvimos a
mencionar el tema y al día siguiente apenas lo vi. Él era uno de los
organizadores del concierto y conociendo su rigurosidad, sabía que estaría
ocupado en todos y cada uno de los detalles de la víspera.
El mensaje de
texto me sorprendió al mediodía en medio de mi obligado paseo por el puente
Silva. Desde mi llegada había ansiado volver a mi vieja manía de contar los
ladrillos hasta perderme y volver a empezar.
“Te espero a
las seis para recibir a la violinista.” decía.
Hasta ese
momento no me había preguntado como Sophie Muller, una de las mejores
violinistas de la actualidad, había aceptado hacer un lugar en su gira para
tocar en Rauch. Había escuchado hablar de ella en Nueva York y por lo que sabía
esta mujer condecorada con la Cruz al mérito de Alemania, la Legión de Honor francesa
y otras distinciones, se había casado en segundas nupcias con un argentino que
por esas casualidades de la vida, había nacido en esta ciudad. Aduje a lo
sentimental tamaña coincidencia.
Llegué al
Palacio Municipal al mismo tiempo que el auto que la trasladaba desde la
Capital y al verla de cerca por primera vez entendí el nerviosismo de Juan. Era
la violinista perfecta. Rubia, etérea y delicada como el hipnotismo de sus
manos. No pude evitar sonrojarme al acercarme y comprobar con sorpresa que viajaba
sola con sus dos violines. Un Emiliani de 1703 que le pertenecía y un
Dunn-Raven de 1710 que le había sido prestado, según nos dijo en un perfecto
inglés.
Después de la
ceremonia de rigor, todos desaparecimos por un largo tiempo. A las nueve de la
noche el Coro Municipal abriría el concierto y aquel ángel maravilloso nos
haría vivir el mejor instante de nuestras vidas. Me alegraba haber viajado.
Esa noche,
sentado en la primera fila me sentía también como un ciudadano ilustre, un hijo
pródigo que después de conocer el mundo regresa al útero más tibio, al origen
de todo. Con los oídos ansiosos y el corazón al galope creí por primera vez
desde mi llegada, que estaba cerca de encontrarme con aquel ser que había
perdido.
Me dolían las
palmas de tanto aplaudir. Siempre había envidiado un poco la voz de Juan pero
al mismo tiempo muchas de mis noches de soledad se habían apropiado de su
cadencia para salvar mis sueños.
Cuando la luz
se apagó y el terciopelo rojo del telón bajó por última vez, por un segundo
sentí que el viento se había convertido en remolino. Que las partituras volaban
y las fusas y semifusas se desmoronaban salpicando con un líquido negro y
viscoso las paredes del salón. Respiré hondo conociendo de memoria mis estados
de éxtasis, pero antes de que la calma llegara nuevamente vi el rostro de Juan
desencajado.
Advertí mucho
después a mis lectores, en una de las conferencias de prensa que promocionaban
mi nueva novela que desde niño me alejaba por un rato para ver desde otro lugar
lo que no hubiera podido ver si me quedaba quieto.
Después de
varias horas de espera e incertidumbre el telón rojo volvió a subirse, esta vez
con todas las luces encendidas, para que uno de los organizadores se presentara
y nos dijera con gran congoja que lamentaba informarnos que la Sra. Sophie Muller ,
se había retirado de la ciudad por un contratiempo personal dejando mil
disculpas a quienes esperábamos con ansias disfrutar del concierto. Llevó mucho
tiempo despertar de la confusión y el desconcierto que provocaron aquellas
palabras. Ninguno de los presentes entendía que podía haber pasado. La
ofuscación de muchos no tenía que ver con “los bolsillos”, nunca se les había
cobrado entrada alguna. El resentimiento y la desilusión cobró por fin sus
víctimas.
Cuando la mujer
de Juan tomó un remise acompañada por
otros familiares para regresar a su casa, me dediqué a buscar a mi amigo al
cual no había visto desde aquel remolino de presagios.
Deben saber que
el tiempo de mi relato no corresponde al tiempo de los hechos pero sabrán entender
por qué antes de irme de Rauch decidí volver a contar los ladrillos del puente,
esta vez en compañía de Juan.
—No encontré el
violín que estabas buscando —le dije mientras escribía en mi libreta los números
de los ladrillos—. Nunca me olvidé de la promesa que te hice.
Aunque nunca me
lo dijo mi pasaje a España estaba teñido de sangre. Juan fue mi pasaporte a la
vida y ahora yo, después de su confesión le estaba devolviendo la suya, casi
perfecta, casi irreal.
”Tuve que
matarla. Necesitaba su sangre para que la música siguiera su curso, necesitaba
sus manos perfectas, la claridad de su piel, el olor de la madera hirviendo en
cada nota, el sacrificio de la diosa clandestina. No podía permitir que mi
violín, nuestro violín, siguiera transitando los silencios sin espinas, sin
dolores. El día que lo perdí, juré que volvería a ser el mismo y hoy tuve que
pintarlo de nuevo con los dedos, con los instantes perdidos, con nuestro pacto.
¿Podrás comprenderme?".
Supe entonces
que el Stradivarius, estaba en buenas
manos.
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ResponderEliminarCreo que no existe instrumento que refleje tanta pasion, tristeza, melancolia que el violin. Lei este obra escuchando a Bach, Double Violin Concerto in D Minor, y cada palabra se reflejaba como una pelicula en 16mm. Shapo Señalera, un relato con sus pausas, al mejor estilo de Lovercraft a quien admiro.
ResponderEliminarSaluTos!!!.
Dr. Lazurus Kilixs
Enhorabuena Bibi, un cuento estupendo.
ResponderEliminarSaludos!!
Muchas gracias Zabala y bienvenido !!
EliminarBibi me encantoo!! Increibleee!
ResponderEliminarte quierooo muchooo!!
Lu
Ahhhhhh que alivio !!! Me faltaba tu visto bueno ( o malo ja!) Y yo te quiero mássssssssss
EliminarPactos de sangre, amigos que se reencuentran y que la distancia no ha separado, pequeñas ciudades donde pasa de todo y no siemrpe lo mejor (me recuerda a Castle Rock y Derry, del genial Stephen King), personajes macabros en su simpleza.
ResponderEliminarMe gustó mucho, Bibi, y un gran gusto ser el protagonista (de ficción, aclaro, por las dudas, je, je) de "El violín rojo".
¡Saludos!
Un honor Juanito tenerlo como protagonista de esta ficción y gracias una vez mas por tus palabras. Me gusto eso de personajes macabros en su simpleza porque demuestra que lo simple puede adquirir colores insospechados, en este caso apuntamos al rojo!!!
EliminarBesosssssss
Excelente Bibi, sos una gran narradora,
Eliminaresos
Gracias Lalita!!!
EliminarEl rojo es un magnífico color. Dice mucho, y en este texto aún más.
ResponderEliminarMe gustó mucho Bibi.
Te mando un abrazo...
POLP, sin ninguna duda el color rojo tiene mucho que ver en este cuento...Gracias por tu comentario
Eliminarbesossssss
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuchas gracias Raúl,y me alegra que te haya gustado. Fue una linda experiencia para mí este trabajo porque me llevo hacia otros lugares y otros temas que no conocía.
EliminarSaludos!!
de un tirón me llevó hasta el final, me encanto...
ResponderEliminarsaludos amiga
Abuela un placer para mí que te ay gustado!!! Saludos y rebienvenida!!!
ResponderEliminarPerdón , " que te haya gustado" ahora sí!!!
ResponderEliminarpromesas y pactos generan una energía tan poderosa como la espera, no siempre con buen fin...
ResponderEliminarenigmático relato, bibi... lo pintó con la sangre?
salutes!!!
Lo pintó con la sangre !!!! Besosssssssssss
EliminarHe llegado aquí inevitablemente por el relato de Juan, e interesado por esas Historias Entrelazadas (de las que este relato, si no me equivoco, es el primero), y me he encontrado con un relato enigmático, delicioso y con una cadencia en su prosa que me ha encantado. :)
ResponderEliminarFelicitaciones, Bibi. Genial "El Violín Rojo". ;D
Gracias Calavera por tan lindas palabras, pero más por llegar inevitablemente ( no existen las casualidades) a este lugar donde sos bienvenido y donde no solo las historias se enlazan (como en este caso, los amigos también !!!!!
ResponderEliminarSaludos rosarinos!!
Bibi, me atrapó, me sedujo cada uno de tus párrafos. Un relato magistral con un desenlace perfecto. Que gusto poder leerte!
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